El cuento del ciempiés o cómo el control descontrola.

 

En una ocasión una araña que se encontró en el camino con un ciempiés que estaba tomando el sol. Era la primera vez que la araña se topaba con uno tan de cerca y curiosa le preguntó:  

 

- Señor ciempiés, ¿Cómo lo hace para coordinar tantas patitas sin caerse?, ¿Mueve primero todas las patitas de la derecha y luego todas las de la izquierda?, ¿O primero las patitas pares y luego las impares?, ¿Las mueves de una en una o de diez en diez?

 

¿Sabes lo que le respondió?

El ciempiés que nunca se había planteado semejante pregunta, se quedó en silencio y se puso a pensar cómo lo hacía… y desde entonces no volvió nunca más a caminar.

Libro "El ciempiés y la araña". Juan Gelman
Libro "El ciempiés y la araña". Juan Gelman

 

La anterior es una versión de un cuento. La primera vez que escuché esta historia fue hace unos cuantos años en una formación de Terapia Breve Estratégica, se comentaba cómo podemos enredarnos en la obsesividad a través de la parábola de un ciempiés que de tanto pensar cómo caminar ya no pudo volver a hacerlo. Años más tarde volví a contactar con esta fábula, era 2014 y leía una reflexión sobre el poeta argentino Juan Gelman fallecido en aquel año. Este poeta explicaba en una entrevista que, de niño, su madre ucraniana le contaba el cuento de una araña y un ciempiés que luego publicó junto con otros relatos en un libro titulado “El ciempiés y la araña”.

 

¿Qué le pasa al ciempiés?

…El control…

¿Cómo puede ser que cuánto más cuidado pongo al cortar las verduras termine teniendo más cortes en los dedos?, ¿Por qué cuando pienso detenidamente en mis pasos cuando bajo la escalera para no caerme termino tropezando?

¿Es que todo lo que se piensa, racionaliza o se reflexiona sale mal? Por supuesto que no, pero sí es cierto que ciertos procesos pasados un punto de reflexión lejos de verse beneficiados se ven perjudicados en su ejecución o incluso conlleva su paralización.

¿Y esto por qué?

Pues porque a veces darle vueltas de más a algo que nos podría salir sin pensar desvirtúa cómo lo hacemos.

Y es que EL EXCESIVO AUTOCONTROL NOS PUEDE DESCONTROLAR.

 

Cuando ubicamos nuestra atención y nuestro intento de control en algunos procesos que son intuitivos, espontáneos o que ya han sido automatizados por aprendizaje, puede ocurrir que terminemos dudando de cómo ejecutarlos, que nos sintamos torpes e inseguros. ¿Y entonces qué? Pues la solución ahí no será aplicar más control, será precisamente dejar de intentar controlar algo que nos estaba resultando “natural”.

 

Si el autocontrol te paraliza, no apliques más control para solucionarlo.

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